002- Cuando el sufrimiento nubla

¡No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque el Todopoderoso me ha llenado de amargura! Yo me fui llena y vine vacía. 

(Rut 1:20)

Este es el caso de Noemí, ella había obedecido a su marido para dejar la tierra de Dios. Estando en Moab, en el extranjero, murió su marido y luego sus dos hijos, uno seguía al otro. No parecía ser la responsable directa de esto pero eso fue precisamente lo que trajo tanta amargura a su corazón al regresar a su tierra y de paso pecado contra Dios. 

Ella estaba procesando mal el sufrimiento y la prueba de eso eran dos cosas: (1) Estaba culpando a Dios de su desgracia y (2) no podía ver la bendición que otros al rededor representaban para ella. 

Procesar mal el sufrimiento hace que nuestro entendimiento se nuble, como si sufrir nos diera “permiso” o nos hiciera “entendibles” para reaccionar como queramos, en consecuencia, no veamos al Dios Soberano que hace que todo obre para nuestro bien. Noemí no conocía el futuro, pero Dios sí y todos sabemos que no era precisamente de amargura que Dios la llenaría. 

Por otro lado, procesar mal el sufrimiento nos hace ingratos e insensibles al apoyo y el ánimo que otros pueden ser para nosotros. Ella no estaba viendo a Rut como una compañía, de cuerdo con Noemí “había regresado a casa vacía” desconociendo que Rut sería su tabla de salvavidas y a quien Dios utilizaría para traer gozo. 

Que el sufrimiento no te nuble hasta el punto que no puedas ver la soberanía de Dios y veas con menosprecio a los que Dios ha puesto cerca para tu cuidado.